Ser Asturiano

El concejo de A Fonsagrada, de donde son originarios la mayor parte de mis ancestros, perteneció hasta el 1834 a la Asturias de Oviedo. Lo que quiere decir que si consultamos el árbol genealógico de mi familia podremos ver que todos, absolutamente todos mis tatarabuelos eran asturianos. La nueva frontera trazada en el 1834 convirtió a 5 de mis 8 bisabuelos en gallegos, 3 continuaron siendo asturianos, si bien las diferencias entre unos y otros era de apenas unos kilómetros. Mis abuelos, 3 de ellos, nacieron en el galleguizado concejo de A Fonsagrada, pero mi abuela Dolores nació más allá de la frontera siguiendo siendo asturiana. Mis padres, los dos nacieron en el concejo de Fonsagrada.

El minifundismo en esta tierra, el exceso de población, la tradición del mayorazgo, la ausencia de industria, la miseria, hicieron que mis padres, como tantos otros cientos de personas de este concejo, hubieran de abandonar estas tierras para poder sobrevivir. Es sorprendente ahora ver a vascos y catalanes quejarse de un gobierno central que, incluido el dictador, concentraron toda la industria y puestos de trabajo del país en esas dos comunidades, además de en Madrid. Andaluces, castellanos, gallegos, asturianos, estremeños, murcianos, etc debieron emigrar en masa a esas zonas del país, cuando no a Europa o América.

Un hermano y nueve primos carnales de mi madre emigraron a Argentina. Una hermana al Pais Vasco. Los hermanos de mi padre emigraron a Gijón, Barcelona y Lugo capital. Tan sólo un hermano por cada una de las familias se pudo quedar en el concejo. Esta historia se repitió en todas las casas de las aldeas del Concejo, con lo que supone de desgarro y dolor para la gente que partía.

Mis hermanos y yo nacimos así por circunstancias del azar en el País Vasco. Cuando yo tenía apenas 5 años, mis padres emigraron de nuevo a Barcelona en busca de mejores condiciones laborales. Allí nacieron mis hijas.

Me sorprende ver a descendientes de 3 generaciones de andaluces, nacidos en Cataluña, hacer gala de su catalanidad, huyendo de cualquier atisbo de españolidad, y desarrollando en muchos casos un odio hacia todo lo que tenga que ver con lo español que provoca en muchas ocasiones situaciones bastante chuscas. Ese odio evidentemente se traslada hacia el flamenco, la fiesta, el castellano o los toros, como hemos podido ver no hace mucho.

Personalmente disto mucho de querer batirme el cobre por cualquier patria, por cualquier bandera. Como dice una canción: "mi patria en mis zapatos y mis manos son mi ejército". Pero si de algo estoy orgulloso y llevo a gala, a diferencia de esos "nuevos catalanes" que se avergüenzan de sus antepasados, es de la sangre que corre por mis venas, de mis padres, abuelos, bisabuelos y tatarabuelos, que hicieron y son lo que yo soy ahora. Así que sí, asturiano por sangre, y español por vida. Qué puede ser alguien de sangre asturiana, padres gallegos, nacimiento en Vascongadas y vida en Cataluña. Español, eso que ya los romanos, aunque les duela a muchos nacionalistas llamaban Hispania. Esa vieja nación, esta sí, que lleva ya más de 500 años tocándole los cojones a mucho paleto aldeano, y a mucho hijo de la gran puta del hecho diferencial.